Leah Taylor y Riker Westfall no tenían, en principio, nada en común. Después de todo, y a pesar de la atracción que existía entre ellos, habitaban en barrios diferentes, se regían por distintas normas, y tenían estilos de vida muy dispares.
Hasta que descubrieron que cada uno de ellos era padre adoptivo de una niña de seis años, traviesa, precoz... dos pequeñas exactamente iguales en todos los sentidos.
Y aunque no cabía ninguna duda de que tanto Leah como Riker eran unos padres estupendos, sólo el tiempo podría decir si serían capaces de vivir juntos como marido y mujer.