En algún lugar de los vastos territorios de Sierra Nevada había un joven campista perdido y la monitora del campamento, Diana Miller, se culpaba de su desaparición. Caleb Foster, un hombre con algo de sangre india y experto rastreador, era su última esperanza.
En el mundo exterior sus caminos jamás se hubieran cruzado. Pero en la primitiva libertad de los bosques, ambos iban a compartir peligros y alegrías, temores y risas. Y bajo el cielo abierto, su pasión ardió junto al resplandor de una hoguera nocturna.
Shannon Powell buscaba el amor en los sitios equivocados. O al menos, eso era lo que decía su chófer, Clint Dawson. Pero ella no estaba buscando el amor; sólo había dicho que quería recibir cartas de amor para leerlas cuando fuera vieja. El hecho de que se lo dijera a una periodista, y de que fuera millonaria, no debería haber supuesto ningún problema.
Pero, de pronto, habían empezado a lloverle las cartas, una de ellas, de un hombre que se llamaba a sí mismo Cyrano. El era todo lo que siempre había soñado. De hecho, empezaba a parecerse a... bueno, a Clint, que, además de chófer, había decidido auto nombrarse su guardaespaldas. ¿Sería posible que, sin darse cuenta, Shannon hubiera tenido la perfección ante sus ojos todo ese tiempo?
Megan McGuire estaba desesperada el día que Sam Blake apareció en su bar. El negocio marcaba números rojos y, para colmo, llegaba aquel desconocido a distraerla.
Bastante duro resultaba ya calcular sus presupuestos como para hacerlo con los fascinantes ojos azules de aquel forastero clavados en ella.
También era difícil concentrarse a la vez que imaginaba aquellos labios sensuales sobre los suyos: sobre todo, cuando solo una estrecha barra la separaba de su cuerpo.
Clic en los títulos...